viernes, 3 de junio de 2011

II ENTREGA HISTORIA MOVIMIENTO LÉSBICO: El Encuentro Lésbico Feminista

En el verano del 2007 se realiza el VII ELFLAC. Ochy Curiel afirma sobre este encuentro que: Saca del letargo al lesbianismo feminista que percibíamos teníamos en la región y lo coloca dentro de un proyecto político autónomo y rebelde contextualizado en la realidad latinoamericana y caribeña atravesada por altos niveles de pobreza y de racismo, de conflictos armados y represión militar, lo cual hace trascender la visión de que el lesbianismo es sólo una práctica sexual diversa”.

En el ELFLAC 2007, se definieron políticas de movilización relacionadas con la conmemoración del trece de octubre como el Día de las Rebeldías Lésbicas en Latinoamérica y El Caribe; se amplió la propuesta política al enunciar en la declaración del encuentro la lucha en contra del neoliberalismo, racismo, clasismo. Incluyó también una marcha por el centro de Santiago que evidenció la ausencia de feministas institucionales y autónomas heterosexuales. Vale decir que en la década 2000 sólo ha existido participación masiva del movimiento feminista a una causa lesbiana en reacción al fallo de la Corte Suprema a Karen Atala. Casos como el de Mayra Espinoza estudiante lesbiana expulsada de su Liceo y graduada apresuradamente una vez que se ordenó que debía culminar sus estudios o el de Sandra Pávez impedida de hacer clases por ser lesbiana- ambos casos presentados a la Corte Interamericana de Derechos Humanos- no desencadenaron la misma reacción.

Lo anterior demuestra, aparte de una escasa vinculación política entre construcciones feministas llamadas institucionales y autónomas- héteros y lésbicas-  un debilitado proceso de gestión de  denuncia de estas últimas. Vale indicar que el caso de Mayra Espinoza movilizó las actuancias lésbicas de la época que prontamente constituyeron el Comité por la No Discriminación. Éste efectuó diversas denuncias vía “funas” de diversos casos de discriminación lésbica en especial a estudiantes de enseñanza media ocurridos entre los años 2003 y 2005. Dicha actuancia, relevantemente lésbica, articulada con otras organizaciones LTGBI no logró generar acciones masivas con apoyo del movimiento feminista, sino hasta el caso de Karen Atala[1].

Los nudos políticos que generan la relación de oposición entre autonomía e institucionalidad se delimitan con claridad en el Encuentro Feminista de Cartagena de  1996 en donde la autonomía - según describe Andrea Franulic en la biografía política de Margarita Pisano: “Se proyecta hacia una cultura distinta a la actual, que construye sus conocimientos fuera de la institucionalidad”. La discusión en Chile en el VII Encuentro Lésbico Feminista estuvo centrada en ella.

Finalizado el aquelarre lesbofeminista la misma Franulic indica: “El eje por medio del cual ELFLAC nos convocó “Pensando autonomía desde una rebeldía cómplice” se congeló en un slogan”. El ELFLAC -para Andrea- recordó la tendencia NINI, pues exaltó la unificación del sector autónomo, no confrontó las diferencias ideológicas producto de los proyectos políticos y promovió  estrategias de conciliación y consenso. El Movimiento Rebelde del Afuera defendió sus posturas en la lista ELFLAC; su práctica reflexiva- describí en un texto post encuentro- “originó el desborde de un grupo significativo de activistas lesbianas chilenas que superpusieron la ejecución del Encuentro a los resultados en torno al fortalecimiento político lésbico feminista, desde una emocionalidad que discurseó en femenino heterosexual”. Esta impresión- que se argumenta en base a los documentos elaborados por el Movimiento Rebelde del Afuera y en especial en base a los textos de Margarita Pisano, Andrea Franulic y Susana Opazo y las respuestas que generaron en las activistas chilenas, se producen – vale decir- al finalizar un proceso de ejecución desgastante y que, por cierto, no es extraño que defendiera los esfuerzos desarrollados en pro de la realización de dicho encuentro al enfrentarse a cuestionamientos ideológicos asidos a tensiones que rondaron la participación del MRA en el mismo encuentro.
Para Freya Schneider “Las corrientes Autónoma e Institucional se refuerzan con complicidad asolapada. La primera intenta dejar muy claro que no tiene nada que ver con la segunda, sin embargo, no es así. Que los Encuentros Feministas Autónomos, se desarrollen en los mismos territorios que los Encuentros Feministas Institucionales, habla de esto y de la supeditación de la autonomía a los escenarios que delimita la institucionalidad”. Schneider llamaba en su texto “Lesbo feminismo ¿Autónomo?” a evaluar la coherencia entre el discurso y la práctica autónoma en los ámbitos íntimos, privados y públicos, pues las contradicciones que describe impiden “la discusión, la reflexión y la construcción de mejores realidades para las lesbianas”.

Angelina Marín da otro cariz a la temática y enfatiza que “Las discusiones sobre autonomía desagregan y fragmentan al movimiento que se relaciona en función de juicios de valores que surgen desde la construcción de verdades absolutas por parte de activistas que dan poco espacio a la construcción colectiva”. Para Marín “La realidad lésbica y de las mujeres en general ya es compleja en razón de compatibilizar las exigencias de la vida, que finalmente entre tanta discusión y división más desmovilizan que movilizan el activismo lesbofeminista”.

No obstante no fue la discusión sobre autonomía e institucionalidad la causa de la disolución del Bloque lésbico. Éste -conformado en su mayoría por colectivas autónomas desde las cuales surgieron activistas que conformaron La Ekipa- se fracturó por relaciones de poder que ubicaron a unas en el proceso pensante y a otras- las más nuevitas- en el trabajo de ejecución. Vale decir que estas afirmaciones surgen desde las bocas de las mismas activistas lesbofeministas. Otras acusaciones vertidas en el proceso de cierre del Bloque Lésbico chileno se centraron en la forma inadecuada de hacer política y en la violencia ejercida por unas y otras[2].
Emerge en este contexto una autonomía mal amistada, que de igual forma se opone -en discurso a lo menos- a la institucionalidad feminista. Lo indicado sugiere un entrampamiento político del feminismo.
De este modo,  la relación del lesbofeminismo con el movimiento feminista se ve complicada por su heterosexualidad y además por las categorías de oposición Autonomía/Institucionalidad en donde un significativo número de lesbofeministas se denominan como autónomas y demonizan - algunas- lo que observan como un mayoritario feminismo institucional. En este escenario – es justo indicarlo - el propio concepto de autonomía está sujeto a conflictos y tensiones internas que han desencadenado cuestionamientos  a su propia constitución  en base a la maleabilidad del nombre que se adapta a prácticas políticas que en más de una ocasión más vulneran que consolidan el contenido de dicha concepción.

Relevante en torno al VII ELFLAC es que en menos de un año algunas colectivas que no se nombraban como feministas lo hicieron como tales. Esto- me atrevo a decir- se afirmó en el proceso reflexivo  que directa o indirectamente fue prodigado por el trabajo activista lésbico que se desplegó en pos del encuentro. Si bien este tipo de procesos puede generar el cuestionamiento en torno a actuancias políticas- se especula- con grandes grados de fragilidad frente a un no acabado proceso de comprensión de lo que esta definición implica, fundamentalmente da cuenta de la posibilidad de una(s) prácticas revolucionarias que facilitan la transgresión -en primera instancia- de la tendencia a construir el amor entre dos mujeres- un espacio del todo reducido- como el elemento fundamental de la lucha política lesbiana. En este proceso los conceptos de autonomía e institucionalidad implican una práctica que se internaliza y replica – a lo menos en los discursos-en base a grupos de pares que se articulan en espacios que son asociados a estas corrientes. Con esto no se inferioriza la capacidad individual reflexiva y los conocimientos e historias que a cada una vincularán con estos enfoques. Sin embargo, tampoco se descarta la influencia de constituir grupos de pares que es especialmente relevante en los procesos de constitución de la identidad lesbiana y que explica- en cierta medida- que la conformación de los grupos sea fluctuante en torno a los ingresos y salidas de lesbianas de los mismos. Vale decir –en base a esto último- que existe en las colectivas lesbofeministas chilenas con más de tres años de actuancia grupos de base y liderezas estables.


[1] Vale indicar que una vez ocurrido el fallo de la Corte Suprema especialmente las lesbianas del Comité por la No Discriminación desarrollaron actividades de autogestión para proyectar un proceso de denuncia permanente. Es importante recordar como Trabajos y Estudios Lésbicos se mantuvo con activistas de “punto fijo” en los Tribunales de Justicia denunciando el hecho; como lesbianas de MUMS favorecieron la constitución de Las Otras Familias como grupo político y como en esta misma sede se reunían para elaborar material que ampliara la difusión de esta aberrante discriminación.
[2] Esta descripción se obtiene de las grabaciones de los procesos de moderación del cese de Bloque Lésbico y en base a las cartas públicas que circularon en torno al tema.

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