El surgimiento del movimiento lésbico se remite -simbólicamente- al asesinato de Mónica Briones, pero políticamente al feminismo incipiente que gestó la participación de algunas lesbianas en el II Encuentro Feminista en LAC. Allí se articuló un espacio no contemplado que reunió a más de 400 lesbianas y heterosexuales definidas y no como tales, pero todas feministas, para analizar esta conjunción que intentó en voz de Cecilia Riquelme “…Hacer real la diversidad plural del feminismo (…)”. Dicho encuentro y el asesinato lesbofóbico de Mónica trazan el nacimiento del Colectivo lésbico feminista Ayuquelén en 1984.
Ayuquelén funcionó en un espacio facilitado por La Morada lo que fue mencionado en una entrevista otorgada a revista APSI en 1987. Era la primera vez que se hablaba pública y políticamente de lesbianismo en Chile lo que inquietó a la fundación. En palabras de Riquelme “…Había muchas hétero-feministas que no querían ni saber de las lesbianas. En muchos encuentros feministas fuimos ignoradas del “menú”, incluso hay un montón de lesbianas que son parte del movimiento feminista pero que nunca lo asumieron políticamente (…) se reunió toda la plana mayor y lo primero que dijeron fue “¿A quién le pidieron permiso para dar una entrevista en La Morada?”. Y nosotras quedamos como “Ah, ¿entonces teníamos que pedir permiso? Descalificaron todo, y desconocieron algo que era lo más importante para nosotras: la visibilidad”.
La versión de Margarita Pisano- citada como quien extendió la invitación para que se reunieran en el lugar- enfatiza que la actuancia de las Ayuque- en ese momento- ponía en riesgo la seguridad de un espacio que estaba en el ojo de la dictadura. Esta postura se refuerza a través de la carta enviada por La Morada a la Revista APSI que indicaba que “Ayuquelén es uno de los tantos grupos que se reúnen en su local, que las entrevistadas dieron al tema un tratamiento superficial y sensacionalista que sólo contribuye a reforzar los prejuicios existentes y que debieron prevenir las posibles represalias que la entrevista pudiera ocasionar a La Morada”.
Por un lado- lo indicado a la fecha- establece la relación de alianza natural del feminismo con el lesbianismo, en tanto, en ese momento no existió otro lugar político que les concediera un espacio de reunión, siendo Pisano- aún parte de La Morada- la que abre espacios a Ayuquelén. Por otro lado facilita lecturas que aluden a un feminismo “heterosexista”, descrito por Norma Mogrovejo en “Un amor que se atrevió a decir su nombre: La lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista en América Latina”. Mogrovejo asume este pedazo de la historia del activismo lésbico feminista como una conducta recurrente en LAC basada en el miedo y la lesbofobia de los grupos feministas. Para el caso específico chileno- en base a que la historia se comprende en contexto- hago el alcance en torno a que no se puede obviar del análisis las implicancias de la dictadura que se vivía en el país en donde el movimiento feminista y de mujeres se establecieron como flanco de resistencia permanente. Lo anterior, por cierto, que no deja de lado la valiente exposición pública de estas activistas lesbianas que enfrentaron la dictadura militar y que pese al resguardo de sus nombres que se hizo en la entrevista, podrían haber sido objeto de su abismante violencia en condiciones que las desfavorecían del todo.
Para Beatriz Gimeno la homosexualidad y heterosexualidad no son equivalentes son regímenes que cumplen distintas funciones sociales. “La heterosexualidad, el régimen regulador por excelencia, no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres”. Siguiendo esta línea se puede establecer que el feminismo tendrá comportamientos que difieren al sustentarse en las prácticas lésbicas u héteros de quienes lo profesen como ideología, lo que se expresa en este relato fundacional de la relación feminismo/lesbofeminismo.
Una vía de análisis -no descartable en torno a sus contraposiciones- podría estar dada también en la juventud del movimiento lesbofeminista. Dicha juventud exacerba posiciones que ubicarán en lugares opuestos los conocimientos y las prácticas que como feministas desarrollan aquellas que poseen más experiencia y las que recién ingresan al feminismo. La madurez del lesbofeminismo sería de este modo un escenario interpelado simbólicamente por la experiencia del feminismo liderado por heterosexuales.
Susana Peña en el 2007 describe una asolapada evaluación de los conocimientos de Ayuquelén por parte de las feministas con más experiencia: “Las feministas en ese momento nos preguntaban por los marcos teóricos que manejábamos y yo lo único que conocía – exagerando- eran los marcos de los cuadros que pintaba. Nosotras nos formábamos; nuestra convicción era que las lesbianas se acercaran al feminismo”[1]. Desde la Su se establece que el feminismo era base de la conciencia lesbiana que Ayuquelén promovía; sin embargo, lo que podría haber sido fuente de fortalecimiento era fuente de interferencia a través de velados alcances de una rigurosidad teórica feminista que a la vez y en la práctica no las incluía y que facilitaba- hago toma de posición- la inferiorización de la identidad y práctica política lesbiana de las Ayuque.
La ruptura entre Ayuquelén y Fundación La Morada fue inicio de un proceso político que aún no supera las diferenciaciones identitarias y las exigencias políticas que desde allí emanan. Erica Montecinos sintetiza algo de lo que describo en una entrevista a Feministas Tramando “(…) Las lesbianas apoyaron cada una de las demandas de las feministas, pero cuando exigieron que sus demandas fueran incluidas en los petitorios se vio que no habían roto con los prejuicios instalados por el heteropatriarcado y haciendo caso a su ego imagen, tampoco querían que se vinculara más el feminismo con el lesbianismo. Fue así, como las mismas lesbianas comenzaron entonces a alejarse de las feministas y a comprender que tenían que armar una lucha propia, sin alejarse, claro está de las bases del feminismo”.
A modo de resumen: En 1984 surge la Colectiva Lesbo feminista Ayuquelén; en 1987 se realiza el I Encuentro Lesbofeminista en México. En ambos momentos la relación e influencia del feminismo “heterosexual” a la práctica lesbofeminista fue significativa. Para ello basta sólo considerar el espacio de reunión brindado por La Morada y la misma participación en los Encuentros Feministas que facilitaron la articulación de las lesbianas no sólo en Chile si no en toda LAC. En 1994 se conforma la Coordinadora Lésbica que participó de modo permanente en la organización del Encuentro Feminista que se realizaría en Cartagena en 1996[2]. Pese a lo indicado la articulación, alianza y/o conjunción política entre lesbianas y hétero feministas no logró consolidarse.
El 08 de marzo de 2006 asumía Michelle Bachelet como Presidenta de Chile. Ese mismo día el lesbofeminismo local y otras lesbianas no asumidas como feministas organizaban una actividad de autogestión que apoyaría la realización del VII Encuentro Lésbico Feminista en nuestro país. Lo que se propuso en el 2004 por varias activistas lésbicas -en donde un referente importante fue el desarrollado por aquellas que pertenecían a Trabajos y Estudios Lésbicos, T.E.L- sería una realidad en el verano del 2007.
Vicky Quevedo, en medio del desborde emotivo que en muchas causó la elección de Bachelet afirmaba - desde el escenario instalado en la Alameda- que las lesbianas de MUMS estaban allí. “Derechos de humanas; Derechos de lesbianas”- decía el lienzo que se confundía con la performance de los grupos de anarkas feministas. De manera distinta ambos grupos- las lesbianas y las anarkas- recordaban encender los estados de alerta. Una cantidad significativa de activistas lesbofeministas no estaban en esa manifestación. Agrupadas en la marcha feminista autónoma -que se realizaba en otro punto de Santiago- se preparaban al igual que las lesbianas de MUMS de aquella época, para el evento nocturno cuyo objetivo- ya mencionado- era recaudar fondos para el VII ELFLAC.
Las feministas- asociadas a la institucionalidad- que celebraban la elección de Bachelet ese 08 de marzo no estuvieron en La Habana Vieja lugar en donde las lesbo feministas desarrollaron la actividad de autogestión. Si había feministas autodenominadas y/o asociadas a la corriente autónoma. La tensión autonomía v/s institucionalidad feminista emerge con claridad y se manifiesta en la vinculación con el lesbofeminismo y también en su interior.
[1] Transcripción intervenciones desarrolladas en Foro: “La figura y la política lesbiana a través de la historia” organizado en MUMS por Toli Hernández y Freya Schneider. La mesa se abrió con Yuderkis Espinoza y se cerró con la presencia de las representantes de la colectiva lesbofeminista Las Moiras y la Colectiva lesbomuro activista Las Perlitas.
[2] La Coordinadora Lésbica participó del proceso de organización del Encuentro Feminista de 1996.
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